Hace algo más de 5 años que terminó la relación con quien yo pensaba que era “el amor de mi vida”. Fue una bonita historia de amor de 20 años. Hoy, vuelvo a estar enamorado, de una forma que nunca antes había sentido. Un amor puro, sincero, en cuerpo y alma. Una conexión única.
El “amor de mi vida”
Nos conocimos, ella con 16 años y yo con 17 … unos pipiolos!!. Un amor de verano que acabó el mismo día que se terminaron las vacaciones de nuestros padres, pero cosas de la vida o mejor dicho del destino, tres veranos más tarde, nos volvimos a encontrar en el mismo lugar y desde aquel entonces, empezó nuestra historia de amor.
Las miradas, los gestos, jurar amor eterno y un sinfín de detalles que demostraban el afecto que uno sentía por el otro. Era la tónica dominante en los primeros años de la relación. Una sensación de bienestar y de felicidad nos invadía, lo que nos permitió crear un proyecto de vida en común, con la seguridad necesaria de que era lo que queríamos. En nuestro caso, formar una familia, ser nuestro complemento y cuidarnos para siempre… y así fue, en parte. Nos casamos, tuvimos 2 hijos y logramos todo lo que habíamos soñado como pareja, hasta aquel entonces. Claro está que, también hubieron malos momentos que se fueron capeando. Lo normal en cualquier relación de pareja.
Al cabo de los años y sin darnos cuenta de forma consciente, nos empezamos a distanciar, bien por las responsabilidades, obligaciones, el acomodamiento o “ya me va bien como estoy” y al final caímos en una monotonía que hizo que paulatinamente la llama del amor se fuera apagando por completo. Sin duda, echando la vista atrás, fue culpa de los dos el no cuidar la relación como pareja, al dejarla en un segundo o tercer plano tras el trabajo y los hijos.
Cuando esto sucedió, entramos en un terreno peligroso. Perdimos la esencia de pareja y cada uno empezó a hacer las cosas por su cuenta, hasta que llegó el día en que ya éramos casi como dos desconocidos. No compartíamos mucho más que el hogar y los hijos. Ya no estábamos conectados y me invadía una sensación de estar por estar. Sin ilusión, sin motivación, sin admiración, sin atracción ni deseo, sin sumar el uno al otro. Tras mucho tiempo dando vueltas, si me quería ver así el resto de mi vida o no, llegó un día en el que se puso punto y final a la relación. Terminó la etapa de mi vida más importante hasta entonces, un tiempo en el que todo lo había hecho y compartido con ella. Y ahora empezaba una nueva etapa… ¿Y ahora…qué?
Me apoderaron los miedos y la incertidumbre. Esta nueva vida, que empezaba con 40 años, tras estar toda la vida con una persona, la que consideraba como “el amor de mi vida”, con la que compartí infinitas vivencias y establecí muy fuertes vínculos emocionales, además de tener dos maravillosos hijos en común.
De la noche a la mañana, pasé a estar solo en casa, teniendo a mis hijos semanas alternas, una realidad que no acababa de asumir ni aceptar. Sin embargo, algo positivo fue viniendo con el tiempo, el reencuentro conmigo mismo. Tener tiempo para mi, conocerme mejor, disfrutar de las pequeñas cosas que me gustaban, ser egoísta y llenar el tiempo con actividades que me gratificaban al igual que compartir aficiones con mis hijos, amigos de antes y personas nuevas fue, sin duda, muy sanador y terapéutico. En mi caso, el deporte me ayudó muchísimo, al igual que pasar momentos agradables con mis mejores amigos y mis hijos. De hecho, el paso del tiempo, unido a tener una actitud positiva y optimista delante de dicha situación, fue básico e imprescindible para avanzar y aliviar las preocupaciones y sufrimientos vividos.
Poco a poco empecé a sentirme mejor y a sociabilizar más, a tener ganas de conocer alguna mujer, compartir aficiones, reír y por qué no, volver a vibrar y enamorarme, aunque sinceramente, pensaba que nunca podría volver a sentir lo mismo, ni por asomo.
El nuevo Amor
Después de casi 3 años y medio desde mi separación, y tras haber tenido algún que otro “affair” de pareja, me decidí por contratar los servicios de AURA Matchmaking. Necesitaba que me ayudaran a buscar a mi pareja ideal, alguien con quien volver a conectar, sentir y vibrar, necesitaba volver a sentirme vivo. Fue lo mejor que he hecho en mi vida. Sin saber muy bien qué me iba a encontrar, captaron a la perfección la persona que encajaba conmigo, así como mi “prototipo” de mujer. Cuando me presentaron su perfil, mi intuición no me falló. Fui a la cita, con muchos nervios, ¡Como si tuviera 17 años de nuevo! ¡¿Cómo podía ser?! Y si, era ella, ¡encontré a la que sin dudarlo es la mujer de mi vida! La vi y rápidamente me di cuenta de que me había enamorado. Bastaron solamente 10 segundos para que mi corazón diera un vuelco y sintiera algo muy especial hacia esa mujer que iba más allá de lo que hasta ese día había experimentado a nivel de sentimientos y afectividad… puede parecer exagerado lo que comento, pero lo viví de esta manera.
Llevamos casi dos años y os puedo decir que con 46 años, y después de mis vivencias, he descubierto el amor verdadero, un amor sano, un amor que no existía en mi mente ya que era incapaz de pensar que pudiera suceder este nivel de conexión tan extraordinario y auténtico con una persona, en todos los niveles.
Me alegro muchísimo de no haber perdido la esperanza en volver a encontrar el amor. De haber tomado el camino que tomé y de pedir ayuda para conseguir lo que por mi cuenta no solo no podía lograr, sino que además me generaba mucho desgaste y desilusión. Volvería a hacer lo mismo y sin duda lo recomiendo, encarecidamente.
Todos tenemos derecho a volver a enamorarnos, volver a sentirnos vivos. Es el mejor estado que una persona puede tener, el motivo por el cual merecer la pena vivir. El amor.
F.M., Barcelona 2022